Estudio M. Wainstein
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2001 - Crisis Economica
Sitios de Interés.

ESTUDIO M.Wainstein

EDITORIALES

 

El salvataje financiero de un sistema peligroso

Capitalismo estilo Sarah Palin

TORONTO.- Estamos en un momento progresista, un momento en el que el piso se mueve bajo nuestros pies y cualquier cosa es posible. Lo que hace un año considerábamos inimaginable es ahora posible. En un momento como éste es fundamental ser claros con respecto a lo que queremos, porque podríamos conseguirlo.

Suelo hablar del rescate financiero porque se trata de un robo en marcha, el mayor atraco de la historia monetaria. Pero hoy quiero enunciarlo con un enfoque diferente: ¿qué pasa si el rescate funciona, si el sector financiero se salva y la economía retoma el curso en el que se encontraba antes del azote de la crisis? ¿Eso es lo que queremos? ¿Y qué aspecto tendría ese mundo?

La respuesta es que tendría el mismo aspecto que Sarah Palin. Y esto no es un chiste. Veamos: Sarah Palin apareció en la escena mundial como candidata a la vicepresidencia el 29 de agosto en un acto de campaña de McCain, con bombos y platillos. Exactamente dos semanas más tarde, el 14 de septiembre, Lehman Brothers colapsó, lo que desencadenó la crisis financiera mundial. En cierto modo, Palin fue la última expresión del capitalismo usual antes de que todo se desmoronara. Con su lenguaje sencillo y hogareño, ella nos mostró la trayectoria que seguía la economía estadounidense antes del derrumbe.

Al ofrecernos un atisbo de este futuro, que evitamos por un pelo, nos da la oportunidad de preguntarnos: ¿queremos llegar allí? ¿Queremos salvar el sistema en el que estábamos? ¿O queremos usar esta crisis y el mandato electoral de un cambio serio para transformar ese sistema? Debemos dar una respuesta clara ahora. O aprovechamos esta oportunidad o la perdemos.

¿Qué nos estaba diciendo Palin sobre el capitalismo antes de ser interrumpida por la crisis? Antes de que ella apareciera, el público estadounidense empezaba a advertir la urgencia de la crisis climática, el que nuestra actividad económica esté en guerra con el planeta y que es necesario instrumentar un cambio radical. Se había empezado a hablar de eso: los osos polares estaban en la tapa de la revista Newsweek . Es cuando hace su entrada Sarah Palin. El núcleo de su mensaje era: esos ambientalistas, esos liberales, están equivocados. No hay que cambiar nada. No hay que repensar nada. Sigan manejando sus autos que engullen nafta, sigan yendo al Wal-Mart a comprar todo lo que se les antoje.

"Estadounidenses -dijo en la Convención Nacional Republicana-, debemos producir más de nuestro propio petróleo y nuestro propio gas. Se lo dice una chica que conoce la región de North Slope, en Alaska, donde tenemos muchísimo de ambos." Y la multitud reunida respondió entonando y coreando: "A perforar, nena, a perforar". Viendo esa escena en la TV, con esa escalofriante mezcla de sexo, petróleo y patrioterismo, recuerdo haber pensado: "Diablos, la convención republicana se ha convertido en una manifestación a favor de fornicar el planeta Tierra". Literalmente.

Pero lo que Palin decía es eso que forma parte del ADN del capitalismo: la idea de que el mundo no tiene límites. Estaba diciendo que no existen las consecuencias ni los déficits del mundo real. Porque siempre habrá otra frontera, otra Alaska, otra burbuja. Sólo hay que seguir adelante y descubrirla, El mañana nunca llegará.

Esa es la mentira más consoladora y peligrosa que existe: la de que es posible un crecimiento perpetuo e infinito en nuestro planeta finito. Y tenemos que recordar que este mensaje fue increíblemente popular en esas primeras dos semanas, antes de la caída de Lehman. A pesar de los antecedentes de Bush, Palin y McCain seguían adelante. Y si no fuera por la crisis financiera, y por el hecho de que Obama empezó a conectarse con los votantes de la clase trabajadora, al cuestionar la desregulación y la economía del goteo de la riqueza, tal vez hubieran ganado las elecciones.

Para enfrentar la mentira del crecimiento perpetuo y la abundancia ilimitada, que es el núcleo de las crisis financiera y ecológica, debemos mirar muy atrás, no sólo los últimos ocho años de Bush, sino hasta el momento de la fundación de este país, hasta la idea del Estado colonizador.

El capitalismo moderno nació con el así llamado descubrimiento de las Américas. Fue el saqueo de los increíbles recursos naturales de las Américas lo que generó el exceso de capital que posibilitó la Revolución Industrial. Los primeros exploradores hablaban de esta tierra como una Nueva Jerusalén, una tierra de tan infinita abundancia, y tan accesible, que el pillaje no acabaría nunca. Esta mitología está en todas nuestras historias bíblicas -diluvios y nuevos comienzos, éxtasis y rescates- y ocupa el centro del "sueño americano", con su constante reinvención. Lo que el mito nos dice es que no tenemos que vivir con las consecuencias de nuestros actos. Siempre podemos escapar y empezar de nuevo.

Estas historias siempre fueron peligrosas para la gente que vivía en las tierras "descubiertas", que las trabajaba con esfuerzo. Pero ahora el planeta entero nos dice que ya no podemos permitirnos la idea de ilimitados nuevos comienzos. Por eso resulta significativo que en el momento en que apareció algún instinto de supervivencia humana y empezamos a entender los límites naturales, apareciera Palin, la nueva encarnación de la mujer de frontera colonial, diciendo: "Vengan a Alaska. Siempre hay más. No piensen, simplemente tomen.

No se trata de Sarah Palin. Se trata del significado de ese mito de constante "descubrimiento" y de lo que nos dice sobre el sistema económico por cuya salvación están gastando billones de dólares. Lo que nos dice es que el capitalismo, librado a sus propios recursos, nos empujará más allá del punto en que es posible la recuperación climática; y que evitará a cualquier precio un balance serio, ya sea de sus deudas financieras o de sus deudas ecológicas. Porque siempre hay más. Una nueva solución rápida. Una nueva frontera.

El mensaje se vendía, como siempre. Sólo cuando se derrumbó el mercado de valores la gente empezó a decir. "Tal vez Sarah Palin no sea una buena idea esta vez".

Siento que nos han dado una última oportunidad, una especie de indulto. Trato de no ser apocalíptica, pero lo que leo sobre el calentamiento global da miedo. Esta crisis económica, espantosa como es, nos alejó de ese precipicio ecológico al que estábamos por saltar con Sarah Palin y nos dio un poco de tiempo para cambiar de curso. De pronto tuvimos permiso para hacer juntos otras cosas además de comprar. Pero no nos hemos liberado del mito. La obstinada ceguera a las consecuencias que tan bien representa Sarah Palin está arraigada en la manera en que Washington está respondiendo a la crisis financiera. Washington preferiría arrojar billones de dólares en un agujero negro antes que descubrir la profundidad de ese agujero. Tanta es la obstinación de no enterarse.

Y vemos otros muchos signos de que la vieja lógica está volviendo. Los salarios en Wall Street ya han vuelto casi al nivel de 2007. Hay una cierta electricidad en las afirmaciones de que el mercado de valores se está recuperando. "¿Ya podemos dejar de sentirnos culpables?", casi podemos escuchar preguntarse a los comentaristas. "¿La burbuja ya ha vuelto a inflarse?"

La crisis no matará al capitalismo, ni siquiera lo cambiará sustancialmente. Sin la enorme presión popular a favor de una reforma estructural, la crisis sólo implicará una dislocación solucionable. El resultado será una desigualdad aún mayor que la anterior a la crisis. Los mercados financieros son rescatados para impedir que el barco del capitalismo se hunda, pero no se desagota agua, sino gente, en nombre de la "estabilización". El resultado será un barco más pequeño y peor. Porque una mayor desigualdad -gente muy rica viviendo junto a desesperados- exige una mayor dureza de corazón. Necesitamos creernos superiores a los excluidos para vivir cada día.

¿Nuestra tarea será rescatar este barco, el mayor barco pirata que existió, o reemplazarlo por una nave más sólida, con espacio para todos? Uno que no requiera que arrojemos a nuestros vecinos por la borda para salvar a los pasajeros de primera clase. Uno que entienda que la Tierra no tiene la capacidad para que todos nosotros vivamos cada vez mejor, pero sí la tiene para que todos vivamos bien. El capitalismo sobrevivirá a esta crisis, pero el mundo no puede sobrevivir a otro retorno del capitalismo.

 

Bs. As., Noviembre 2009

Fuente: Diario La Nación, 3/11/2009 - Naomi Klein

 

La historia enseña cómo salir de la crisis

La depresión es la peor expresión de una economía.

Nada es tan difícil de resolver como la salida a una prolongada y profunda recesión de una economía con caídas de precios, salarios y producción que no encuentran ningún nivel que restablezca equilibrios en los mercados.

Argentina comienza esta década asumiendo una realidad incontrastable. La situación en la que nos encontramos es aún peor que la de la década del 80, que tuvo su expresión más negativa en la hiperinflación.

Los llamados mercados, los organismos internacionales y las cotizaciones de títulos públicos y privados son los últimos en reconocer el fracaso de un esquema de política económica.

Ante esta realidad es útil recurrir a la experiencia internacional y al pensamiento de economistas prestigiosos. John K. Galbraith reseña las causas centrales que condujeron a la economía americana a una depresión que determinó que Estados Unidos perdiera un tercio de su producto entre 1929 y 1933 y que hasta 1941 el valor de producción en dólares siguiera siendo inferior al de 1929. Como se verá, las similitudes con las causas de la actual situación económica argentina son muy relevantes y confirman que existen principios básicos para el funcionamiento de una economía capitalista que no pueden vulnerarse gratuitamente.

Galbraith resume en su libro El crac de 29 cinco causas de la depresión:

"La pésima distribución de la renta. El 5% de la población con rentas más altas recibió aproximadamente la tercera parte de toda la renta personal". Así se afectó el nivel de consumo y, por tanto, el crecimiento.

"La realidad era que la empresa norteamericana de los años veinte había abierto sus hospitalarios brazos a un número excepcionalmente alto de promotores, arribistas, sinvergüenzas, impostores y todas sus supercherías". El empresario, el industrial, el productor agropecuario fue sustituido por especuladores o financistas.

"La pésima estructura bancaria". Un sistema financiero que no funciona adecuadamente lleva a graves perjuicios a la economía, tanto si tiene una política crediticia irresponsable con normas laxas por parte del Banco Central como si la rigidez de las normas, las políticas de altos encajes y un mercado regulado por el Estado absorbiendo fondos termina indefectiblemente dañando la economía.

"La dudosa situación de la balanza de pagos". El saldo comercial de los Estados Unidos era muy bajo y las exportaciones terminaron cayendo estrepitosamente y repercutió gravemente en el sector productivo.

"Los míseros conocimientos económicos de la época". Parece cierto que durante los últimos años veinte y los primeros treinta eran fundamentalmente malos los economistas y perversos los consejeros. "Los honorables consejos económicos de los profesionales cargaron su orientación hacia el tipo de medidas más apropiadas para empeorar las cosas (...) Los consejeros económicos del momento consiguieron la unanimidad y autoridad suficientes para forzar a los líderes de ambos partidos a ignorar o desaprobar todas las medidas disponibles capaces de detener la deflación y la depresión. Un triunfo del dogma sobre el pensamiento (...) La política económica adoptada no hizo más que empeorar cada vez más las cosas (...) El cabal y responsable consejero urgió la necesidad de equilibrar el presupuesto (...) El presupuesto equilibrado no fue el único corsé que se aplicó a la economía. Hubo espanto de un abandono del patrón oro (...) Hasta 1932 Estados Unidos aumentó formidablemente sus reservas de oro y, a pesar de esto, el país estaba sufriendo la deflación más violenta de la historia (...) Lisa y llanamente se desechó la idea de devaluar el dólar, porque esta medida violaba directamente las reglas del patrón oro".

Todas las causas de la depresión americana podrían ser extendidas al actual crac que enfrenta la Argentina. Por este motivo, también el cambio de salida de la crisis económica actual pasa necesariamente por revertir los aspectos anunciados, presentes en el crac del 29 y que se repiten en nuestra realidad.

Se deben tomar en cuenta las enseñanzas que nos deja la historia económica mundial. En efecto, para que la economía argentina retome el camino del desarrollo se hace imperioso actuar sobre diversos frentes de manera simultánea:

Generar una redistribución de ingresos que permita recuperar dinamismo al consumo como factor de crecimiento del nivel de actividad y de las inversiones.

Solucionar la distorsión de precios relativos que deteriora al sector productor de bienes transables (exportaciones y sustitución de importaciones) y que impide generar las divisas suficientes para afrontar nuestras obligaciones externas. Asimismo, se deben reducir los compromisos por pagos de intereses del endeudamiento externo y por remisión de utilidades al exterior.

Revalorizar el empresariado nacional y la vocación de los emprendedores. Ser productor, crear riqueza, expandir las empresas es una tarea que requiere aptitudes específicas que no son justamente patrimonio de especuladores de corto plazo.

Recobrar un sistema financiero que se vincule con la producción y el consumo. Un sistema financiero no puede ser solvente en tanto no le preste al sector productivo. Esta supuesta solvencia se traduce en depresión económica.

Recuperar el sentido común en materia del pensamiento económico predominante. Es claro que la teoría del piloto automático y del riesgo país, la flexibilización laboral, la baja de salarios, los aumentos de impuestos, la apertura ingenua y la política de responder sumisamente a los supuestos deseos de los mercados, lejos de llevarnos al Primer Mundo nos depositaron en el actual presente. Debemos recobrar la simpleza en las reglas de juego de la economía, proponiéndonos como objetivos de política económica la existencia de rentabilidad para la inversión productiva, con mayor participación del salario en el ingreso nacional y con una integración regional que resguarde intereses estratégicos en empleo y producción nacional.

Podemos ser optimistas. El problema es asumir la gravedad de la crisis y pensar caminos alternativos al actual. Estamos con dificultades porque tomamos caminos equivocados. Sucedió lo inevitable. Así también será si adoptamos las políticas adecuadas para el crecimiento: Argentina recobrará mucho más rápido de lo pensado su nivel de vida, como ya lo hemos logrado décadas atrás.

Bs. As., Noviembre 2001

Fuente: Diario Clarín 2/11/2001 – Federico Poli y Miguel Peirano


 

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